La Jornada

Lunes 2 de enero de 2006

Solecito Activista pro derechos humanos narra agresión a manos de seis sujetos en Chiapas

"Dijeron que iban a matarme" y "se me oscureció el mundo"

EMIR OLIVARES ALONSO

Cuando llegó a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, hace casi tres años, Gustavo Jiménez Pérez, defensor de derechos humanos, no se imaginó que esta ciudad pudiera ser testigo de su muerte. El 20 de noviembre pasado el activista fue agredido dentro de su casa por seis sujetos armados vestidos de negro que casi lo matan.

Al recordar estos hechos, Jiménez Pérez, miembro de la organización Alianza Cívica-Chiapas considera: "nunca había vivido la sensación de estar tan cerca de la muerte; creo que por eso resistí, no lo puedo definir como defensa, sólo resistí; fue como inconsciente por mantener mi vida".

Afirma que lo acontecido no es parte de un delito común, sino de una persecución en su contra por participar activamente en la organización de La otra campaña, así como en la defensa de los derechos humanos en el estado. "No le encuentro otra explicación, sobre todo cuando un comando entra uniformado y con un mando".

El luchador social refiere en entrevista que, aunque sus heridas externas cerraron rápidamente, las internas "quedan adheridas". Ante la paranoia que se ha apoderado de él por el temor que aún siente, trata de cuidarse: "no he salido, no puedo hacerlo, tampoco estar cerca de personas extrañas, ni permito que se me acerquen. He estado muy alerta".

Al relatar lo ocurrido, Jiménez Pérez asevera que cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo se sintió muy mal, "se me oscureció el mundo".

El 20 de noviembre de 2005, alrededor de las 9:30 de la noche, Gustavo descansaba en su casa cuando tocaron a la puerta y antes de que pudiera darse cuenta de quién lo requería sintió que forzaron su resistencia y comenzaron a golpearlo seis personas vestidas de negro armadas con cuchillos. "Me dijeron que iban a matarme".

El activista tuvo que aparentar que perdía el conocimiento "para que creyeran que me habían matado", y fue entonces cuando los agresores huyeron.

Ahora lo asaltan sentimientos encontrados: por un lado se siente perseguido, tiene miedo de que vuelva a suceder; por otro, asegura que intenta pensar que no pasará nada, que estará bien.

A pesar de los hechos sólo goza de la protección de algunos amigos; ni autoridades ni guardaespaldas están pendientes de su bienestar físico.

Dice que después de las agresiones y el susto que se llevó tendrá que hacer cambios en su vida: "tengo que tomarme tiempo para mí, ver cosas de mi existencia". Sin embargo, subraya que si lo que sus agresores intentaban era que dejara su vida política y de activismo social no lo lograron: "si fue para intimidarme no pudieron, pero de todas formas como persona debo tomar precauciones".

Jiménez Pérez revela que, aunque interpuso una demanda penal por el atentado en su contra, aún "no hemos tenido respuesta favorable de las autoridades".


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